miércoles, 22 de junio de 2011

Comentarios sin estar registrado ni tener cuenta de gmail.

Perdonad que a lo largo del curso el servidor blog no os haya dado permiso comentar entradas mías sin tener antes una cuenta abierta de gmail. El error fue mío. Tenía habilitada una opción que sólo permitía realizar comentarios a los usuarios de gmail.

A partir de ahora, el que quiera puede comentar libremente y de forma anónima cualquier contenido de este blog. Está claro que hay una moderación por mi parte. Los límites..., todos los sabemos, los de la buena educación y el respeto entre todos.

Con respeto y educación, todos vosotros podéis comentar lo que os plazca, e incluso llevarme la contraria y discutir el contenido de mis entradas.

Un saludo a todos, y estaré encantadísimo de cualquier comentario vuestro. Si es crítico..., mejor.

¡Qué paséis un buen verano!

PD: Cuando pinchéis en "comentar cómo", tenéis la opción de poner vuestro nombre o "alias" de forma voluntaria, o, simplemente, hacer un comentario anónimo. Repito que estaré encantado de tener en cuenta vuestras opiniones. ¡Lástima que me haya enterado hoy del error!

viernes, 10 de junio de 2011

Despedida de curso.

Despedimos este curso, y lo hago con un bolero. Los boleros forman parte de la cultura indígena y popular de los pueblos del Mar Caribe, pudiéndose datar todos éllos de fines del siglo XVIII. Tradicionalmente famoso por su música, de honda raíz popular, es el pueblo de Cuba. De los boleros surgieron las habaneras, después el mambo, el cha-cha-chá.

En el siglo XIX no había i-pods, ni walkmans, ni tocadiscos. El gramófono, invento de 1888, llegó a Zaragoza a la par que el cinematógrafo, en torno a 1896 y 1897. Era todo un espectáculo. Llegaba siempre durante la celebración de las Fiestas del Pilar. El resto del año, los zaragozanos, y en general la cultura popular de la época, se tenía que contentar con la música en vivo y en directo de las orquestas.

La juventud de la época se lo pasaba muy, muy bien. En aquellas calles débilmente iluminadas durante las noches por los faroles de gas, y en aquellos cafés, como el de París, el de la Iberia, o el Ambos Mundos, en el Paseo de la Independencia, las jóvenes parejas bailaban, con sus cuerpos juntos y pegados, deliciosas habaneras o boleros traídos desde la Cuba colonial española.

También hay que decir que dichos bailes y dichos cafés estaban reservados a la gente que podía costearse la entrada. Las clases populares y desfavorecidas, muchas veces, tenía que conformarse con escuchar la música desde la calle, junto al ruido de los platos y las risas que brotaban del interior de los cafés. Pero la música era popular y democrática. Había tradición por el canto. Las mujeres cantaban en los patios; las lavanderas susurraban canciones a la orilla de los ríos, mientras atizaban con una pastilla de jabón la ropa de invierno tendida en una piedra; en las fuentes, donde se recogía el agua de beber, muchas jóvenes mujeres coqueteaban con los chicos de su edad. La música podía surgir en cualquier lugar. Las melodías y canciones, también.